Hay un problema con el humor en el Festival de Viña. Últimamente, al presentarse humoristas relativamente desconocidos por el público en general, la gente no sabe qué esperar. Muchas veces no sabemos si veremos humor familiar, blanco, negro, político o de frentón grotesco hasta que el humorista está sobre el escenario. Personalmente creo que puede haber cabida para todo (incluso lo grotesco), pero para muchos es problemático que en un recinto que se llena de niños y niñas el público no sepa a qué se va a enfrentar. El problema de esta incertidumbre da para desarrollarlo en otra columna, pero quería mencionarlo porque creo que influye en cómo reaccionamos frente a los distintos tipos de humor. Es precisamente en las reacciones que han despertado los dos últimos humoristas donde quiero centrarme.
La noche del pasado martes Daniela "Chiqui" Aguayo se subió al
escenario de la Quinta Vergara sacando risas del público asistente. Las redes
sociales, en cambio, se dividieron entre quienes la aplaudieron y quienes
(aparentemente mayoría) la consideraron inaceptablemente vulgar.
La noche siguiente el encargado del humor fue el colombiano Carlos “Mono”
Sánchez, quien también hizo reír a la audiencia con éxito (logro no menor
considerando que se presentó tras Isabel Pantoja). En redes sociales, en
contraste con lo ocurrido la noche anterior, la valoración positiva fue casi
unánime y palabras como humor “blanco” y “familiar” se repitieron una y otra
vez.
No me interesa hacer aquí un desglose sobre lo efectiva que
fue la rutina de ambos humoristas, porque eso es muy subjetivo. Usted puede
opinar con mucho argumento que estuvieron aburridos o que solo uno estuvo bien. Por mi parte me limitaré a decir que los dos
cumplieron su cometido: hicieron reír sin ser particularmente delirantes ni
innovadores. Ambos abusaron de los tópicos heteronormados sobre cómo son los hombres
y cómo son las mujeres. Lo que sí me interesa es detenerme en su contenido,
porque claramente viendo las reacciones, la noción que muchos tienen de “humor blanco” no coincide con
la mía.
Volví a ver ambas presentaciones para prestarles más
atención, ya que en mi caso Twitter siempre es un distractor durante las
transmisiones en vivo (y es que no puedo evitar comentar y leer lo que se está
comentando). La rutina de la integrante de "Minas al Poder" evidentemente no
tuvo nada de humor blanco, ni ella lo pretendía. Fue monotemática en relación al sexo, los hombres y las mujeres, y solo en un par de momentos, como en la crítica a los noticieros o en algún atisbo valioso de feminismo, aquello se rompió.
Por su parte, la presentación de Sánchez también estuvo enfocada en los hombres, las mujeres y los genitales... y me ha molestado leer y escuchar en todos lados que su rutina
fue “familiar” o que incluso él mismo la denomine así. ¿Tradicional? Totalmente, pero de humor blanco muy poco. Ambos
hablaron de la cintura hacia abajo, ambos hicieron chistes de contenido sexual, ambos hicieron uso del trillado chiste sobre el examen a la próstata que tanto aterra al "macho".
No voy a pontificar diciendo que la Quinta Vergara no es
escenario para hacer humor de denotación y connotación sexual como ya se ha dicho
hasta el cansancio, porque no es un tema que yo considere tabú ni creo en esa estupidez de que ponga
en vergüenza al país frente al mundo. Ricky Gervais, en su particular estilo irreverente y grotesco,
abrió los Globos de Oro el año pasado con un monólogo en el que dijo de manera
explícita que se masturbaba analmente con una de las estatuillas que había
ganado. Y nadie ha generalizado diciendo que los británicos son todos unos
ordinarios. No, no tengo problemas con el humor que haga referencia al sexo o a los
genitales.
Sí me parecieron inaceptables dos cosas: el chiste de
Aguayo donde afirmó que el ser la fea del grupo la puede salvar de ser violada,
y aquel chiste de Sánchez donde insinúa que un gay (“el tío amanerado”) hace ademanes de tipo sexual en el trencito musical familiar.
El primero es reprochable porque banaliza y naturaliza una situación grave
sobre la que no debería hacerse humor nunca. El segundo porque fomenta el
estereotipo homófobo y nefasto que vincula homosexualidad con degeneración. Y
ambos casos estuvieron sucedidos por una situación irónica en el backstage: "Chiqui" hablando de “sororidad” (hermandad entre mujeres) y “Mono” diciendo que todos merecen
respeto independiente de raza, físico y religión (obviamente no mencionó orientación
sexual). Ninguno de esos chistes se ha criticado en los medios. Mientras por un
lado se habla de feminismo y respeto por las minorías sexuales, se dejan pasar
estas cosas con total liviandad. Toda la discusión se centra en la ausencia o presencia de
garabatos, en la importancia de cuidar el lenguaje y en la imagen que se
proyecta.
Y es ahí donde quería llegar, porque esa fue la diferencia entre ambos humoristas
que generó reacciones distintas. Mientras los garabatos abundaron en la rutina de Aguayo, en la de Sánchez escasearon. Este último incluso, en una indirecta a su colega de la noche anterior, dijo que no vulgarizaría el escenario y logró que nos riéramos de su reemplazo de groserías espontáneas por siutiquerías en momentos de ira. Una manera ingeniosa de sacar provecho de la polémica, pero que no blanquea el resto de la rutina.
Todo se resume a una cosa: la preocupación que la mentalidad
conservadora chilena tiene por la forma por sobre el fondo. Esa misma
mentalidad que veía en las teleseries turcas productos “sanos” y “familiares”
porque mientras no tuviesen desnudos, escenas de sexo ni groserías, poco
importaba que se naturalizara el machismo con “románticas” historias de una mujer enamorándose del hombre que la prostituyó o bien de un cómplice de su violación. Eso último
no le importaba a nadie. Esa misma mentalidad es la que considera que la rutina
de Sánchez fue "blanca" porque no hizo abuso del garabato como Aguayo. “La
diferencia está en la forma”, se lee de hecho por todos lados constantemente,
afirmación más válida para algunos contextos que para otros. Una rutina de
humor de un festival como el de Viña es un contexto donde esa afirmación puede ser válida, pero convengamos en que no se trata de un salón de clases ni un acto
solemne y formal. Centrar la atención en ello y delimitar lo que es “humor
blanco” por el mero registro lingüístico en vez de poner el foco en lo nocivo que
puede ser el contenido quizá sea superficial. Lamentable que nos indignen más los garabatos que el machismo, y es que penosamente, en un pueblo de por sí garabatero, el machismo, la homofobia y los estereotipos de género los tenemos incluso más naturalizados que las groserías.
me encantó tu comentario,en Chile la imagen sigue siendo algo muy importante,ahora se hacen los que no conocen de vulgaridades jajaja
ResponderBorrargracias por el análisis
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarCreo que un chiste de violación puede servir para dar cuenta de una realidad de la que no se habla.
ResponderBorrarDepende de como se escribe. Puede servir como punto de partida para que las mujeres reflexionen sobre un tema del que las revistas femeninas no se hacen cargo.
El chiste no me parece incorrecto, estoy tratando de articular en mi cabeza el por qué. Me voy a demorar.
Es probable que sea un comentario justamente sobre cómo la violación pasa a segundo lugar porque nos interesa por sobretodo que una mujer sea bella?
Nuevamente me voy a demorar. Puede también que esté equivocado.
El resto de la columna me gustó mucho mucho mucho mucho. Tienes toda la razón.
Mis partes favoritas.
"ambos casos estuvieron sucedidos por una situación irónica en el backstage: "Chiqui" hablando de “sororidad” (hermandad entre mujeres) y “Mono” diciendo que todos merecen respeto independiente de raza, físico y religión (obviamente no mencionó orientación sexual). Ninguno de esos chistes se ha criticado en los medios. Mientras por un lado se habla de feminismo y respeto por las minorías sexuales, se dejan pasar estas cosas con total liviandad
también:
Lamentable que nos indignen más los garabatos que el machismo, y es que penosamente, en un pueblo de por sí garabatero, el machismo, la homofobia y los estereotipos de género los tenemos incluso más naturalizados que las groserías"
Un agrado leerla y compartirla.
Los humoristas deberían variar sus temas para no aburrir al público con lo mismo. Así hay más oportunidad de expresión.
ResponderBorrarGracias por compartir tu opinión.